APRENDIZ DE CRISTIANO, REFLEXIONES
Fue una profunda sed de almas lo que caracterizó la vida entera de san Juan Bosco, cuya memoria celebramos hoy. Su amor por los muchachos fue tan fuerte que cuajó en una oración que definió su quehacer pastoral e incluso existencial: da mihi animas et tolle ceteris, rezaba san Juan Bosco. ¡Dame almas y quítame todo lo demás!
…
Da mihi animas… era una día muy normal en el que, como siempre, don Bosco se dirigía a la celebración de la Misa. Entrando ya en la iglesia de San Francisco de Asís encontró a Garelli, un muchacho que yacía conmocionado después de la tremenda paliza que le había propinado el sacristán a causa del terrible delito de no saber cómo ayudar a Misa.
Don Bosco lo tomó aparte. Después de consolarle, le preguntó si había hecho la primera comunión. Recibió por respuesta un no rotundo. A continuación le inquirió si sabía leer o escribir, obteniendo la misma contestación. Todo fueron negativas a las preguntas del santo. El niño no tenía ni padre ni madre ni hermanos ni vivienda y mucho menos trabajo. El corazón sacerdotal de Don Bosco no encontraba manera de ilusionar el alma del muchacho. Quería encontrar algo que hiciera bien y que le hiciera sentirse mejor. Quería atraerlo con palabras dulces a la gracia de Dios. Deseaba hallar solo una cosa, ¡algo! que hiciera sonreír al pobre Garelli.
Pero seguro que sabes silbar, ¿a que sí?, concluyó don Bosco.
¡Sí, Padre!, eso lo hago estupendamente. Y comenzó a silbar con tal brillantez que arrancó la mejor de las sonrisas de don Bosco.
El sacerdote celebró la Misa, y pidió al muchacho que le esperara. Le impartió su primera clase de catecismo. Al domingo siguiente, Garelli se presentó en la sacristía de la iglesia con veinte adolescentescomo él, pobres e ignorantes; eran los analfabetos que buscaban el cariño de don Bosco.
De este modo tan insospechado comenzaron las reuniones de jóvenes en torno a este sacerdote. Crecieron sobremanera, y se organizaron fundando el oratorio San Francisco de Sales, que luego dará nombre a la familia religiosa vinculada al santo piamontés: los salesianos.
Momento de oración y silencio en nuestra reflexión.
¿Será este un buen momento para que examines si tu corazón busca también unir y levantar a los que te rodean, tratando de hacerlos sentir siempre bien para poder exigirles con la dulzura del amor?
…
Da mihi animas et tolle ceteris. El Papa Pío IX había iniciado la obra de una iglesia en Roma consagrada al Corazón de Jesús. Puso en ello ilusión y esfuerzo, pero no fueron suficientes.
Poco tiempo más tarde, miles de dificultades obstaculizaron el proyecto y fue declarado irrentable e imposible. El Papa lamentaba esta decisión que consideraba una afrenta para la Iglesia y carnaza para la crítica enemiga.
Alguien tuvo la idea de encargarle a Don Bosco la consecución de las obras, con la esperanza de que él pudiera llevarlas adelante. Así fue, alzándose en la ciudad eterna un templo bellísimo que aún hoy se puede visitar.
San Juan Bosco se encontraba en la celebración “inaugural de su consagración. Es ya mayor, y pasa gran parte de la Misa como abstraído en sus cosas.
Durante la ceremonia, una exclamación dicha en viva voz sorprende a todos. Don Bosco grita: ahora lo entiendo todo.
Nadie se atrevió a preguntarle a qué se refería hasta que llegaron a la sacristía. Allí el sacerdote confesó que acababa de comprender el sueño que había tenido cuando tan solo contaba con nueve años.
Decenas de años actuando con confianza ciega en la voluntad de Dios. Le bastó una llamada durante la infancia acompañada del fruto de sus años de quehacer sacerdotal.
Vio la obra de Dios y, aunque no la comprendiera del todo, fue dócil, cumplidor, exigente y fiel.
Da mihi animas… era una día muy normal en el que, como siempre, don Bosco se dirigía a la celebración de la Misa. Entrando ya en la iglesia de San Francisco de Asís encontró a Garelli, un muchacho que yacía conmocionado después de la tremenda paliza que le había propinado el sacristán a causa del terrible delito de no saber cómo ayudar a Misa.
Don Bosco lo tomó aparte. Después de consolarle, le preguntó si había hecho la primera comunión. Recibió por respuesta un no rotundo. A continuación le inquirió si sabía leer o escribir, obteniendo la misma contestación. Todo fueron negativas a las preguntas del santo. El niño no tenía ni padre ni madre ni hermanos ni vivienda y mucho menos trabajo. El corazón sacerdotal de Don Bosco no encontraba manera de ilusionar el alma del muchacho. Quería encontrar algo que hiciera bien y que le hiciera sentirse mejor. Quería atraerlo con palabras dulces a la gracia de Dios. Deseaba hallar solo una cosa, ¡algo! que hiciera sonreír al pobre Garelli.
Pero seguro que sabes silbar, ¿a que sí?, concluyó don Bosco.
¡Sí, Padre!, eso lo hago estupendamente. Y comenzó a silbar con tal brillantez que arrancó la mejor de las sonrisas de don Bosco.
El sacerdote celebró la Misa, y pidió al muchacho que le esperara. Le impartió su primera clase de catecismo. Al domingo siguiente, Garelli se presentó en la sacristía de la iglesia con veinte adolescentescomo él, pobres e ignorantes; eran los analfabetos que buscaban el cariño de don Bosco.
De este modo tan insospechado comenzaron las reuniones de jóvenes en torno a este sacerdote. Crecieron sobremanera, y se organizaron fundando el oratorio San Francisco de Sales, que luego dará nombre a la familia religiosa vinculada al santo piamontés: los salesianos.
Momento de oración y silencio en nuestra reflexión.
¿Será este un buen momento para que examines si tu corazón busca también unir y levantar a los que te rodean, tratando de hacerlos sentir siempre bien para poder exigirles con la dulzura del amor?
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Da mihi animas et tolle ceteris. El Papa Pío IX había iniciado la obra de una iglesia en Roma consagrada al Corazón de Jesús. Puso en ello ilusión y esfuerzo, pero no fueron suficientes.
Poco tiempo más tarde, miles de dificultades obstaculizaron el proyecto y fue declarado irrentable e imposible. El Papa lamentaba esta decisión que consideraba una afrenta para la Iglesia y carnaza para la crítica enemiga.
Alguien tuvo la idea de encargarle a Don Bosco la consecución de las obras, con la esperanza de que él pudiera llevarlas adelante. Así fue, alzándose en la ciudad eterna un templo bellísimo que aún hoy se puede visitar.
San Juan Bosco se encontraba en la celebración “inaugural de su consagración. Es ya mayor, y pasa gran parte de la Misa como abstraído en sus cosas.
Durante la ceremonia, una exclamación dicha en viva voz sorprende a todos. Don Bosco grita: ahora lo entiendo todo.
Nadie se atrevió a preguntarle a qué se refería hasta que llegaron a la sacristía. Allí el sacerdote confesó que acababa de comprender el sueño que había tenido cuando tan solo contaba con nueve años.
Decenas de años actuando con confianza ciega en la voluntad de Dios. Le bastó una llamada durante la infancia acompañada del fruto de sus años de quehacer sacerdotal.
Vio la obra de Dios y, aunque no la comprendiera del todo, fue dócil, cumplidor, exigente y fiel.
La oscuridad en la vida del cristiano puede ser un elemento esencial de su vocación. Suele ser así en los santos.
Ser hijo de Dios significa entre otras cosas vivir confiadamente.
No vemos muchas veces adónde va nuestra vida, qué quiere Dios de nosotros, cómo obrarán nuestros hijos, si se enderezarán esas dificultades en
el matrimonio, el trabajo o el estudio, si la oración volverá a ser alguna vez vibrante… ¡poco importa!
Fiarse de Dios, pedirle almas y desear que nos quite todo lo demás –como san Juan Bosco– son una óptima consigna.
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Pasaje de: Espa, Fulgencio. “Enero, con Él.” Ediciones Palabra
Ser hijo de Dios significa entre otras cosas vivir confiadamente.
No vemos muchas veces adónde va nuestra vida, qué quiere Dios de nosotros, cómo obrarán nuestros hijos, si se enderezarán esas dificultades en
el matrimonio, el trabajo o el estudio, si la oración volverá a ser alguna vez vibrante… ¡poco importa!
Fiarse de Dios, pedirle almas y desear que nos quite todo lo demás –como san Juan Bosco– son una óptima consigna.
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Pasaje de: Espa, Fulgencio. “Enero, con Él.” Ediciones Palabra
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